La dignidad, la cualidad de merecer
reconocimiento y respeto, no solo se predica de las personas, también
valoramos así a las instituciones. Hemos asistido estos días a
manifestaciones de estudiantes que, ante las puertas de su universidad,
reclamaban «una universidad digna». No es para menos. La misma
indignación nos invadiría si, tras pagar miles de euros, esforzarnos por
estudiar y asistir a clase, nos enteráramos que se regalan los títulos
de máster, que no hace falta ni hacer el trabajo final. Solo se requiere
tener poder. Una rabia que aumenta cuando vemos la cantidad de buenos
estudiantes que queriendo hacer un posgrado no pueden por no disponer
del dinero suficiente.
Lo más importante no es el delito cometido,
el fraude y la falsificación de documentos públicos. Lo más importante
es la reputación de la universidad pública, contra la que ahora
arremeten los mismos que la han querido utilizar para sus fines
particulares. No existe más remedio que cerrar las puertas de la
universidad a la partidocracia que nos coloniza, impedir que los
partidos perviertan su normal funcionamiento. Los títulos universitarios
no se compran ni se venden, son el fruto de la voluntad y el esfuerzo.
Para
su tranquilidad les diré que en todas las universidades públicas los
actos académicos, como la defensa de los trabajos fin de máster y de
tesis doctorales, son actos públicos. Esto significa que existe un
documento que queda archivado en la universidad, unas actas firmadas y,
lo más importante, un público presente. Si no se hace así no es una
universidad, es otra cosa. Póngale ustedes nombre.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo (13/04/2018) El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/universidad-digna_1140483.html
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