Ya en los años 70 hablaba Davis de la «ley de
hierro de la responsabilidad», para referirse al hecho de que es la
sociedad quien concede poder y recursos a la empresa. Si no utiliza este
poder de la forma que la sociedad espera, lo perderá. Sus inversores se
irán, sus clientes desaparecerán, el clima laboral será irrespirable,
etc. Estas expectativas son las que propone integrar y gestionar el
concepto de responsabilidad social empresarial.
La
responsabilidad social empresarial es la manera en que cada empresa
responde de su carácter o ética, de su forma de ser y hacer. Constituye
una metodología para mostrar este carácter en un lenguaje común a todas
las empresas. Los códigos éticos, las memorias de responsabilidad
social, los comités de ética, constituyen la gramática de este lenguaje
común. Y no solo de las empresas, también de las universidades y del
resto de administraciones. La responsabilidad no es ningún concepto
abstracto o ambiguo. Se trata de hacer público lo que es la
organización, de mostrar que es lo mismo lo que se dice que lo que se
hace.
La responsabilidad es proporcional al poder. Si se puede,
se debe. Pongamos un ejemplo: el año pasado el resultado empresarial
subió el 7,4%, los salarios el 0,2%. Está claro que son estadísticas.
Pero, ¿seguro que la cifra no les provoca cierto malestar, cierta
sensación de que algo falla? Si los beneficios son solo para una parte
de la empresa y las pérdidas para el resto --clientes, trabajadores,
sociedad-- es de sentido común que algo no va bien. Solo el valor
compartido genera credibilidad y confianza.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo (06/04/2018) El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/empresa-responsable_1139265.html
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