domingo, 13 de octubre de 2019

Adoctrinar

No hay democracia sin una educación democrática, al igual que no hay una sociedad abierta, inclusiva y tolerante si no existe una educación cívica, una forma compartida de ser y hacer. No nacemos buenos ni malos ciudadanos. La socialización, la educación al frente, nos hace como somos. Debemos pensar si tenemos una ciudadanía educada en los valores democráticos, en el respeto mutuo, en la búsqueda de acuerdos y en la responsabilidad compartida. La educación y la desigualdad son nuestro gran problema y son primas hermanas.

Un buen ejemplo de la creciente intolerancia de nuestra sociedad es el llamado pin parental, idea que pretende aplicar en nuestro país un partido de ultraderecha. Se trata de controlar los contenidos que los profesores imparten a nuestros hijos. Su tesis es que, ante el evidente adoctrinamiento en ideología de género, los padres tienen el derecho de educar a sus hijos en su moral, sea cual sea. Llaman educar al hecho de imponer su ideología, su forma de comprender y explicar el mundo, mientras que, a la educación en valores morales como la igualdad de hombres y mujeres o el respeto que toda persona merece por el hecho de serlo, le llaman adoctrinar.

Pero no nos engañan. Sabemos que educar se refiere al desarrollo de nuestras capacidades morales. La educación es lo contrario que el adoctrinamiento, pues se dirige a los sentimientos y competencias que necesitamos para ser autónomos, para decidir nosotros mismos cómo vivir respetando y ayudando a los demás, sin tener que insultar o menospreciar a nadie. Adoctrinar no persigue conseguir personas, sino marionetas.

*Catedrático de Ética.

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 11/10/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/adoctrinar_1250048.html?fbclid=IwAR1FBM38XGsuLCsogf6Za1XVecfmpjo3McAon6ihJxCxegVBIGO8UzqH2NE

viernes, 4 de octubre de 2019

Bobots


En una entrevista, Richard Sennett, uno de los pensadores más lúcidos de nuestro tiempo, decía: «Lo gratuito conlleva siempre una forma de dominación». Pensemos cómo podemos interpretar esta sentencia.
Estamos felices y contentos porque, cada vez más, las grandes tecnológicas, Google y Facebook al frente, nos permiten realizar tareas y prestaciones gratuitamente: tiendas digitales, agencias de viajes, banca electrónica, etc. Desde el móvil gestionamos nuestras relaciones sociales y económicas. ¡Increíble! Sin pagar nada.
No sabemos, ni queremos saber, que cuando conectamos nuestros dispositivos digitales comenzamos a vender nuestros datos, nuestra vida privada, nuestras preferencias políticas, nuestros deseos e intereses. Grandes cantidades de datos que unos sistemas informáticos llamados algoritmos recopilarán y organizarán convirtiéndolos en mercancía, en algo que se compra y se vende. Estas máquinas constituyen el corazón de los robots que, mira por donde, están eliminando gran parte de los actuales puestos de trabajo en todos los sectores. Si no hace falta ir al banco, ¿para qué quieren trabajadores? Resultado final: no tenemos personas que nos atiendan, pero pagamos por cada transacción o servicio que realiza un robot. Ya no es nuestro trabajo el que está en venta, somos nosotros.
Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 04/10/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/bobots_1248553.html