domingo, 3 de noviembre de 2019

Los que no están


Hoy es un buen día para hablar de los sentimientos hacia los que ya no están. Los sentimientos morales nos hablan desde el corazón y nos motivan a actuar, nos permiten apreciar que nada somos sin nuestra relación con los demás, considerando incluso a los no presentes, a quienes nos han dado la vida y nos han enseñado a vivirla. También a ellos les debemos un reconocimiento, pero no solo en un momento puntual, sino en el día a día, hablando de ellos, recordando lo pasado juntos, su ayuda, sus consejos, su cariño. Reviviéndolos.

El individualismo egoísta que domina nuestra cultura nos exige muchas veces que ignoremos a quienes han sido parte de nosotros y ya no nos pueden acompañar. Sin embargo, dejar fuera de nuestra vida a quienes nos han permitido ser, nos deja sin fuerza y sin rumbo para mantener y mejorar lo que somos. Un reconocimiento que se extiende a todos los que han muerto para que nosotros vivamos, reposen en cementerios o en cunetas. Canta Atahualpa Yupanqui en su famosa milonga Hermanos: «Y así seguimos andando curtidos de soledad y en nosotros nuestros muertos para que nadie quede atrás». El vínculo que nos une como personas está trenzado con el recuerdo de aquellos que han sido con nosotros. Olvidarlos es olvidarnos.

El diccionario recoge con frialdad el significado del verbo recordar: pasar a tener en la mente algo del pasado. Pero la etimología de la palabra es mucho más cariñosa y cercana: traer de nuevo, volver a pasar por el corazón. Ese es el lugar donde siguen viviendo los que ya no están.


*Catedrático de Ética.

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 1/11/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/no-estan_1254753.html?fbclid=IwAR26_asJRYR8HYQGaAOF655Nty5r_s8I9kUshmy_RkG6t1R1B-lXRo0_nJQ

domingo, 13 de octubre de 2019

Adoctrinar

No hay democracia sin una educación democrática, al igual que no hay una sociedad abierta, inclusiva y tolerante si no existe una educación cívica, una forma compartida de ser y hacer. No nacemos buenos ni malos ciudadanos. La socialización, la educación al frente, nos hace como somos. Debemos pensar si tenemos una ciudadanía educada en los valores democráticos, en el respeto mutuo, en la búsqueda de acuerdos y en la responsabilidad compartida. La educación y la desigualdad son nuestro gran problema y son primas hermanas.

Un buen ejemplo de la creciente intolerancia de nuestra sociedad es el llamado pin parental, idea que pretende aplicar en nuestro país un partido de ultraderecha. Se trata de controlar los contenidos que los profesores imparten a nuestros hijos. Su tesis es que, ante el evidente adoctrinamiento en ideología de género, los padres tienen el derecho de educar a sus hijos en su moral, sea cual sea. Llaman educar al hecho de imponer su ideología, su forma de comprender y explicar el mundo, mientras que, a la educación en valores morales como la igualdad de hombres y mujeres o el respeto que toda persona merece por el hecho de serlo, le llaman adoctrinar.

Pero no nos engañan. Sabemos que educar se refiere al desarrollo de nuestras capacidades morales. La educación es lo contrario que el adoctrinamiento, pues se dirige a los sentimientos y competencias que necesitamos para ser autónomos, para decidir nosotros mismos cómo vivir respetando y ayudando a los demás, sin tener que insultar o menospreciar a nadie. Adoctrinar no persigue conseguir personas, sino marionetas.

*Catedrático de Ética.

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 11/10/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/adoctrinar_1250048.html?fbclid=IwAR1FBM38XGsuLCsogf6Za1XVecfmpjo3McAon6ihJxCxegVBIGO8UzqH2NE

viernes, 4 de octubre de 2019

Bobots


En una entrevista, Richard Sennett, uno de los pensadores más lúcidos de nuestro tiempo, decía: «Lo gratuito conlleva siempre una forma de dominación». Pensemos cómo podemos interpretar esta sentencia.
Estamos felices y contentos porque, cada vez más, las grandes tecnológicas, Google y Facebook al frente, nos permiten realizar tareas y prestaciones gratuitamente: tiendas digitales, agencias de viajes, banca electrónica, etc. Desde el móvil gestionamos nuestras relaciones sociales y económicas. ¡Increíble! Sin pagar nada.
No sabemos, ni queremos saber, que cuando conectamos nuestros dispositivos digitales comenzamos a vender nuestros datos, nuestra vida privada, nuestras preferencias políticas, nuestros deseos e intereses. Grandes cantidades de datos que unos sistemas informáticos llamados algoritmos recopilarán y organizarán convirtiéndolos en mercancía, en algo que se compra y se vende. Estas máquinas constituyen el corazón de los robots que, mira por donde, están eliminando gran parte de los actuales puestos de trabajo en todos los sectores. Si no hace falta ir al banco, ¿para qué quieren trabajadores? Resultado final: no tenemos personas que nos atiendan, pero pagamos por cada transacción o servicio que realiza un robot. Ya no es nuestro trabajo el que está en venta, somos nosotros.
Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 04/10/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/bobots_1248553.html

viernes, 28 de junio de 2019

Desigualdad y participación


Leía estos días una noticia de EEUU que explica muy bien el malestar que sentimos ante la situación actual de nuestras democracias. Desde el 2009, el país no ha dejado de crecer, 121 meses de bonanza económica sin igual y con pleno empleo. El resultado final de tanto crecimiento ha sido, pásmense, ¡el aumento de la desigualdad! Les paso la pregunta: ¿es esto desarrollo?
Decíamos la semana pasada que la democracia no consiste solo en depositar un voto cada cuatro años, sino en participar allá donde tengamos poder o influencia. Ya hace mucho tiempo que los clásicos de la teoría democrática nos avisaron de la relación existente entre las condiciones económicas y las posibilidades reales de participar de manera efectiva en las decisiones que nos afectan. La igualdad y las condiciones de justicia no están fuera de la democracia. Son, junto con la libertad, los pilares básicos del sistema.
La indignación que provoca la exclusión y la pobreza no solo ha dado lugar a un movimiento de protesta. El aumento de la desigualdad está siendo hoy uno de los factores más importantes para explicar el auge de los populismos de extrema derecha, así como la nueva legitimidad de las autocracias. Es decir, de la desaparición de la democracia tal como está definida en nuestra Constitución. ¿Tan difícil es ver que la poca participación y la desigualdad social están íntimamente relacionadas? ¿Darse cuenta que nuestra desidia sustenta la injusticia? Otra cuestión es cómo participar en las condiciones actuales. Fórmulas hay, solo hacen falta motivación e interés para aplicarlas.

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 28/06/19). Disponible 
https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/desigualdad-participacion_1230522.html?fbclid=IwAR0s2xBDHwmdM2UtCqNImkY5DKmRc84TglJyVty3-n8df5NdypX7I9conuE

viernes, 14 de junio de 2019

Negacionistas



Como actitud y como comportamiento el negacionismo es bien conocido. Consiste en negar la realidad para ocultar así una verdad molesta por incómoda o despreciable. Se consigue así tanto tranquilizar la conciencia como conservar y transmitir los prejuicios. Negar y mentir es más fácil que argumentar y convencer. Lo mismo da que hablemos de la negación de los campos de exterminio, del genocidio contra el pueblo palestino o de la violencia machista. En todos los casos se trata de dar la espalda a la realidad para justificar lo injustificable, para ocultar la infamia y mantener la sinrazón. Desde el 2003 hemos superado ya la cifra de mil mujeres muertas a manos de criminales que confundieron el afecto con la posesión, el cariño con la sumisión, el amor con la propiedad. Los dos últimos asesinatos en nuestras tierras. Por cierto, somos la segunda autonomía con más víctimas de violencia machista. En 2018 se registraron 4.800 casos. Algo hacemos muy mal si somos de los primeros en este infame ranquin de malos tratos, amenazas, palizas y todo tipo de violencia sobre las mujeres.

Estas cifras nos afectan, nos producen indignación, un asco moral ante la violación reiterada y continua de los derechos humanos más básicos. Pero también nos produce repulsión oír y ver a quienes lo niegan, a quienes reniegan de nuestras propias leyes que definen como violencia de género aquella que deriva de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Esta violencia afecta a las mujeres y la cometen los hombres. La familia poco o nada tiene que ver. Negar esta realidad es, sencillamente, inmoral.


Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 14/06/19). Disponible en:https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/negacionistas_1227799.html?fbclid=IwAR1nu4jHSOYIZtHBXYEbJegKuWc_ld1ahJi0-rUxy4r6hpcSZfc684_yqPg