Leíamos esta semana en un periódico que la
batalla contra la corrupción no puede ser ganada del todo, entre otras
cosas porque está en la propia naturaleza humana. Lo que hace falta, nos
decía, es más poder externo, más coacción para obligarnos a ir por el
buen camino: el autocontrol bienintencionado no existe. Pero esto no es
verdad.
Nadie discute que siempre harán falta más medios contra
la corrupción. Pero las leyes poco pueden hacer si no encuentran una
cultura previa para la cual la corrupción es degradante y vergonzosa,
una mala práctica que acaba con cualquier reputación. No sé si la buena
voluntad será eficaz, sí sé que de poco han servido las leyes cuando la
corrupción se ha visto y sentido como normal durante demasiados años.
Ante frases como «todos son iguales», la posición no puede ser otra que
«tonto el último». No existe ninguna naturaleza humana fija e inmutable,
ningún gen de la corrupción. No nacemos buenos o malos, honrados o
sinvergüenzas. Somos lo que la educación ha hecho de nosotros, nos decía
Kant con razón. Por eso, el primer y más importante freno contra la
corrupción es la educación. Todos lo saben, pero fíjense la barbaridad:
no existe formación ética ni en primaria, ni en secundaria y solo un
poco en la universidad, la maría de siempre. Hasta hace bien poco, en
las escuelas de negocios, las prácticas corruptas se enseñaban como una
forma más de competitividad. Si es la cultura la que construye nuestra
naturaleza, la educación moral debe ser el primer objetivo y la familia
el primer espacio para ponerla en práctica.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (08/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/corrupcion_1091877.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Con el fin de evitar mensajes no acordes con las noticias o eventos publicados, los comentarios serán moderados por los administradores del blog.