La
respuesta es afirmativa. Quizá la gente joven, los nacidos ya en democracia, no
lo tengan muy claro. Pero sí que lo sabemos bien quienes vivimos bajo la
dictadura franquista, aunque digamos acto seguido que tenemos una mala democracia
Una democracia débil que se desvía cada vez más de lo que esperamos de ella,
donde los que gobiernan no tienen poder y quienes de verdad lo tienen no son
elegidos. Donde la política es esclava de la economía, un mero instrumento de
esa mínima parte de la sociedad cada vez más rica y que exige el sacrificio de
todos los demás. Parece que la recuperación económica no sea otra cosa que
esperar resignados las sobras de una comida en la que no solo servimos la mesa
sino que además pagamos la cuenta.
Desde su origen la democracia significa igualdad y no
solo ante la ley o en las urnas. Esperamos de la democracia una situación donde
todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades en educación, sanidad,
empleo, etc. para vivir una vida digna. Si no se cumple, la democracia pierde
crédito arrastrada por esta nefasta política que solo se preocupa por la suerte
de unos pocos.
Dicen las malas lenguas que la democracia es un sistema a
través del cual dos lobos y un cordero deciden qué van a cenar esa noche. Es
fácil percatarse que los bancos y las grandes empresas no son el cordero. Como
ciudadanos tenemos el poder para cambiar esta situación, siempre y cuando nos
impliquemos y podamos ser protagonistas, no meros espectadores. Para este
cambio es imprescindible la educación.
Domingo García-Marzá. El Periódico
Mediterráneo. (11/04/2015)
El texto se puede consultar en la versión digital del
Periódico Mediterráneo:
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