Para los antiguos atenienses, cuna de
nuestra civilización, la democracia se apoyaba en dos pilares básicos: la
igualdad, necesaria para poder participar y deliberar con libertad, y la
educación, necesaria para la formación de personas capaces de ejercer y
disfrutar sus deberes cívicos. Sabían que no nacemos ni buenos ni malos, ni
egoístas ni altruistas, ni mucho menos nacemos buenos ciudadanos. En nuestros
días, y ante los terribles atentados de París, el Gobierno francés ha optado
por introducir una nueva asignatura obligatoria de educación moral y cívica
para potenciar la formación humanística.
¿Qué hacemos en nuestras tierras? Todo lo contrario. Si según dicen todos los políticos lo sagrado que tenemos son nuestros derechos y libertades, bien haríamos en educar en estos valores. En vez de ello, se vuelve a la incompatibilidad entre ética y religión, se introducen nuevas asignaturas como la iniciación en la actividad emprendedora y empresarial e, incluso, se llama a los banqueros --no es una broma-- para que den clases de educación financiera. Se exalta la competitividad como el valor básico y, por si fuera poco, se adopta como seña de identidad de los valencianos no la tolerancia por ejemplo, sino los bous al carrer. ¿Alguien cree que así vamos a alguna parte?
Decían los antiguos que en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la alegría, la compasión y la esperanza. Ante la pregunta por cuál de ellos ganará, la respuesta es siempre la misma: el que alimentemos. Si queremos una convivencia democrática y justa, debemos cambiar de menú.
¿Qué hacemos en nuestras tierras? Todo lo contrario. Si según dicen todos los políticos lo sagrado que tenemos son nuestros derechos y libertades, bien haríamos en educar en estos valores. En vez de ello, se vuelve a la incompatibilidad entre ética y religión, se introducen nuevas asignaturas como la iniciación en la actividad emprendedora y empresarial e, incluso, se llama a los banqueros --no es una broma-- para que den clases de educación financiera. Se exalta la competitividad como el valor básico y, por si fuera poco, se adopta como seña de identidad de los valencianos no la tolerancia por ejemplo, sino los bous al carrer. ¿Alguien cree que así vamos a alguna parte?
Decían los antiguos que en las personas hay dos lobos, el del resentimiento, la mentira y la maldad, y el de la bondad, la alegría, la compasión y la esperanza. Ante la pregunta por cuál de ellos ganará, la respuesta es siempre la misma: el que alimentemos. Si queremos una convivencia democrática y justa, debemos cambiar de menú.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (18/04/2015)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/sin-educacion-civica-no-hay-democracia_928913.html
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