En plena indignación por la sentencia de la
Manada, el juez del voto particular, que dijo apreciar en la violación
de una joven por cinco hombres, «ambiente de jolgorio y regocijo»,
manifestó que solo habla «en autos y sentencias». Y muchos pensamos que
mejor estaría callado o, al menos, hablando en cualquier otro sitio que
no tuviera consecuencias para los demás, en este caso para la
intolerable indefensión de las mujeres ante la violencia machista. Cinco
energúmenos forzando a una joven, además grabándolo, y los jueces no
ven violencia ni intimidación. Yo no estoy tranquilo, sí conmocionado
ante tanta injusticia.
La sentencia ha sido cuestionada y
contestada por todo tipo de asociaciones y organizaciones, incluso por
la ONU, por condenar a los acusados por abuso y no agresión sexual. La
opinión pública ha sido unánime: es una sentencia inmoral porque hace
caso omiso de la vulnerabilidad de la víctima. Vulnerabilidad que, según
el representante de los jueces --elegido por el Gobierno en un claro
ejemplo de lo que se denomina división de poderes--, tiene en el derecho
su máximo protector. ¡Pues vaya protección!
Según el ministro de
Justicia, el juez del voto particular «tiene un problema singular».
Estamos todos de acuerdo es que si no aclara a qué se refiere solo le
queda dimitir, por mentiroso o por cobarde. Para ser juez, al igual que
para ser profesor, no es suficiente con ganar unas oposiciones. Hace
falta un poco de humanidad y mucha ética profesional. La justicia es
demasiado importante para dejarla en manos de profesionales, también son
personas.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo (04/05/2018). El texto se puede consultar en la página web:http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/sentencias-inmorales_1144759.html
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