La justificación que estos días más
escuchamos acerca de la nefasta sentencia de la Manada es que no tenían
más remedio, que el código penal constriñe y obliga a dictar este tipo
de sentencias. Sin embargo y, por una vez, coincido con el ministro de
justicia en que no es un tema de código penal sino de código mental. De
sensibilidad, que queda más fino. La aplicación del código penal no es
un asunto mecánico, neutral, matemático. Los jueces cuando aplican la
ley hacen su propia interpretación y, por lo tanto valoración, de cuáles
fueron las circunstancia, de cómo se produjeron los hechos, de qué
atenuantes o eximentes existieron, etc. Si no fuera así, deberían
temblar los jueces porque en una economía 4.0 se quedarían sin trabajo,
pues sería muy fácil crear un algoritmo que los reemplazara. Esto es,
una fórmula matemática que introduciendo las premisas dictaría,
incuestionablemente, la sentencia. Vamos, bastaría con apretar un botón
del teclado o echar una moneda en la ranura.
Fíjense si tengo
razón que, delante del escándalo, van a recuperar una comisión de
expertos --que estaba formada por veinte varones y ahora será
paritaria-- para dilucidar que lo que están interpretando es pasividad,
jolgorio y regocijo o sufrimiento, dolor y miedo. Las críticas ante tal
despropósito han hecho recular la propuesta y ahora permiten que un par
de expertas dejen el cubo y la fregona y puedan opinar. Efectivamente,
les hace falta mucha formación sobre qué significa vulnerabilidad y, en
especial, qué implica la igual dignidad de las personas. No se
deslegitima el derecho por las críticas sino al revés, se crítica al
derecho por su falta de legitimidad.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo (11/05/2018). El
texto se puede consultar en la página
web: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/justicia-4-0_1146187.html
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