Nuestro diccionario recoge la palabra diálogo
para referirse a la discusión o trato en busca de avenencia. Solo se
dialoga si hay voluntad de encontrar una solución común, de llegar a un
acuerdo. Por supuesto, no hay diálogo posible cuando no reconocemos al
otro como interlocutor válido, fijando líneas rojas o amenazando con la
fuerza. Acto seguido, se recoge la expresión diálogo de besugos para
referirse a una conversación sin lógica, donde cada uno va a lo suyo sin
escuchar al interlocutor. Torpes y necios, mera estupidez.
Este diálogo que dicen anhelar no busca convencer desde las razones, ni busca una solución igualmente buena para todos.
Parece
un teatro, una cortina de humo para ocultar tanta falta de equidad,
removiendo banderas para ganar tiempo y votos hasta recuperar mayorías.
¿Creen que con himnos vamos a responder a los cuatro millones de
parados, a jóvenes sin futuro, a la destrucción de la sanidad pública?
¿Cuánto tiempo hace que no se habla en medios de estos temas, de
precariedad y explotación laboral? ¿Y del aumento de pobreza y
desigualdad en toda España, incluida Cataluña? Bienvenida sea una
reforma constitucional mientras no olvide que la simetría y reconocer la
igualdad de personas y pueblos es la base de la convivencia. Sin
reciprocidad no hay justicia. Un diálogo honesto no puede olvidar a
quienes han de sufrir las consecuencias.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (13/10/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
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