domingo, 22 de febrero de 2015

¿Quién puede hablar de ética?

La ética forma parte de nuestra vida cotidiana, es un saber que poseemos y que nos dice cómo debemos actuar, qué podemos esperar unos de otros, de familiares, trabajadores, empresarios, políticos, etc. Nos indica lo que es justo o injusto en toda relación social, en toda institución. Nadie tiene, tampoco los que nos dedicamos a estudiarla, un uso exclusivo de la palabra “ética”. La política es ya la aplicación de este saber a la gestión pública, al gobierno de una comunidad.
De ahí que los políticos deberían evitar el uso de la palabra ética en sus discursos y limitarse a presentar una oferta clara de lo que van a hacer, junto al compromiso firme de cumplirlo y de irse si no lo hacen.
Cuando el partido político líder en corrupción nos previene de la crisis moral en el ejercicio de la política o nos habla de la regeneración ética, nos invade la indignación al comprobar que ni la vergüenza se salva del circo electoralista.
Los ciudadanos no somos tontos y descubrimos fácilmente el cinismo y el desprecio con que se nos trata al escuchar estas palabras. Sabemos muy bien que hablar de ética mientras se permite expulsar de sus casas a los más desfavorecidos es una inmoralidad.
Los políticos han de dedicarse a gestionar bien lo público, a hacer bien la actividad llamada política, loable y totalmente necesaria. Han de dejar la palabra ética a los ciudadanos, quienes pueden juzgar si lo han hecho bien o mal. Sencillamente porque son quienes van a sufrir las consecuencias de sus decisiones. No confundamos la ética con la política. No hagamos populismo.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (21/02/2015)

El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 



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