Esta será una reivindicación segura
para las próximas elecciones autonómicas de mayo, a pesar de que en la
actualidad es una auténtica vergüenza lo que ocurre con las televisiones
públicas, que están dominadas por los gobiernos de turno, sin rubor alguno para
mentir y manipular la información en su propio interés, por más denuncias que
los profesionales realicen en este sentido. Se contrata otra redacción y ya
está.
El poder de la televisión es tal
que, al final, incluso la persona que está en el paro y apenas tiene para
comer, o quien lleva meses esperando a tener acceso a un medicamento, o tiene
que abandonar la universidad por no poder pagar, acaba por creerse que estamos
saliendo de la crisis económica o que lo decisivo es la independencia.
Basta con repetir miles de veces el
mismo mensaje para convertirlo en un masaje que moldea nuestra forma de ver y
entender la realidad.
Sin embargo, sí que necesitamos una
televisión pública por su papel educativo, por la defensa y el desarrollo de
nuestra lengua y cultura, para generar una opinión pública seria y respetuosa,
para fomentar valores cívicos, etc. Pero esto solamente es posible si los
políticos no meten las manos en su gestión y si la sociedad civil se implica en
su control.
La confianza en una televisión
pública de calidad, plural y democrática, es inversamente proporcional a la
presencia en su seno de los directivos elegidos por los partidos.
Canal 9 llevó al paroxismo la
desinformación y la chabacanería. Las consecuencias sociales y económicas han
sido bien claras. No podemos repetir ese error.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (14/02/2015)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
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