Si buscan en el diccionario verán que esta palabra se refiere a una teoría
política y económica que busca reducir al mínimo la intervención del estado.
Pero a esta definición le falta un pequeño matiz: y a sustituirla por el
mercado. Para esta ideología, esto es, para esta forma de ver e interpretar
nuestra vida en común, todo se pueda comprar y vender, mejor aún, todo se debe
poder comprar y vender. La sociedad es un gran mercado.
Esta doctrina, nacida en los años cuarenta y que se empieza a desarrollar
en los setenta, siendo hegemónica a partir de los noventa, es hoy el espejo en
que nos miramos y en el que nos identificamos como personas. Su máximo poder
consiste en que ha conseguido, soterrada y silenciosamente, convertir en normal
lo que hasta hace muy poco llamábamos injusto o vergonzoso. Pocos se sublevan
hoy porque abandonemos a los más dependientes y vulnerables, tengamos millones
de niños en la pobreza, desperdiciemos el talento y la fuerza de los jóvenes,
consideremos el trabajo como un regalo, etc.
Al contrario. La
desigualdad se presenta como una virtud, el paro como una oportunidad para el
cambio y un reto para la superación personal. Si los jóvenes se van fuera es
por su bien, por su afán de aventura. Hay que ser emprendedores y esto
significa, excepto para una pequeña minoría, hacerse autónomos para ejercer de
criados. De convertir estas ideas en políticas se ocupan en el parlamento
europeo, y pronto en el español, en escrupuloso turno, populares y socialistas.
Tienen que hacer bien los deberes. Díganme: ¿qué palabra tenemos para nombrar a
los que no piensan igual?
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (17/02/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico
Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/neoliberalismo_1050240.html
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