viernes, 14 de junio de 2019

Negacionistas



Como actitud y como comportamiento el negacionismo es bien conocido. Consiste en negar la realidad para ocultar así una verdad molesta por incómoda o despreciable. Se consigue así tanto tranquilizar la conciencia como conservar y transmitir los prejuicios. Negar y mentir es más fácil que argumentar y convencer. Lo mismo da que hablemos de la negación de los campos de exterminio, del genocidio contra el pueblo palestino o de la violencia machista. En todos los casos se trata de dar la espalda a la realidad para justificar lo injustificable, para ocultar la infamia y mantener la sinrazón. Desde el 2003 hemos superado ya la cifra de mil mujeres muertas a manos de criminales que confundieron el afecto con la posesión, el cariño con la sumisión, el amor con la propiedad. Los dos últimos asesinatos en nuestras tierras. Por cierto, somos la segunda autonomía con más víctimas de violencia machista. En 2018 se registraron 4.800 casos. Algo hacemos muy mal si somos de los primeros en este infame ranquin de malos tratos, amenazas, palizas y todo tipo de violencia sobre las mujeres.

Estas cifras nos afectan, nos producen indignación, un asco moral ante la violación reiterada y continua de los derechos humanos más básicos. Pero también nos produce repulsión oír y ver a quienes lo niegan, a quienes reniegan de nuestras propias leyes que definen como violencia de género aquella que deriva de las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres. Esta violencia afecta a las mujeres y la cometen los hombres. La familia poco o nada tiene que ver. Negar esta realidad es, sencillamente, inmoral.


Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 14/06/19). Disponible en:https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/negacionistas_1227799.html?fbclid=IwAR1nu4jHSOYIZtHBXYEbJegKuWc_ld1ahJi0-rUxy4r6hpcSZfc684_yqPg

viernes, 7 de junio de 2019

Empleo digno



Las noticias diarias nos muestran las violaciones de los derechos humanos, la explotación de personas, el desprecio y la falta de reconocimiento, ocurriendo en otro lugar, lejos de aquí. Sin embargo, cuando vemos que incluso la miseria laboral se subcontrata delante de nuestras narices, cuando se muere al manillar de una bicicleta repartiendo comida basura, ya no es posible mentirnos. Es fácil percatarse que la explotación laboral y la miseria salarial está entre nosotros, más aún, han venido para quedarse. La crisis fue la justificación de la austeridad y la precariedad laboral. Estamos saliendo de la crisis, incluso Bruselas nos felicita y nos anima a seguir por la vía de la seriedad presupuestaria. Pero los salarios no parecen mejorar, al menos como sí lo hacen los beneficios empresariales.

Esta semana se han publicado las cifras del paro en nuestro país y nuestros políticos se alegran de lo bien que estamos. Se han creado más de 200.000 puestos de trabajo. «Solo» quedan tres millones de parados. Nos ha salvado, una vez más, el turismo, la hostelería a la cabeza. Pero de estos empleos más del 90% son temporales, casi todos precarios. El abuso empresarial en la utilización fraudulenta del contrato temporal es un hecho, del que se deberían diferenciar las empresas que intentan hacer las cosas bien. No es de recibo trabajar todo el día y cobrar media jornada, apenas 600 euros, además de forma intermitente. En estas condiciones de pobreza e inestabilidad, piensen a ver quién se atreve a tener hijos. La responsabilidad de esta situación no reside solo en los políticos.
*Catedrático de Ética


Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 7/06/19). Disponible en:
https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/empleo-digno_1226447.html?fbclid=IwAR28oZ7Xy2BbcdrVA3OCmhAd3hhasiGtZqar5fYA0H4WDaBOobCYobq0XdE

viernes, 24 de mayo de 2019

Ética de la ciudad


La semana anterior hablamos de la importancia de la ciudad, de cómo se ha convertido en uno de los actores clave en el actual escenario global. Vivimos en un planeta urbanizado, la mayoría de su población habita en ciudades. En su interior nos socializamos y obtenemos los recursos para sobrevivir y para intentar llevar una vida digna de ser vivida. ¿Pueden tener ética las ciudades? La tienen, les guste o no. Por supuesto que las ciudades no piensan ni actúan por sí mismas. Pero sí lo hace la voluntad de sus ciudadanos y gobernantes. Al igual que decimos que las personas tienen un carácter o ética, fruto de cómo han aprovechado sus capacidades y oportunidades, también decimos de las ciudades que tienen una ética, una forma de ser y hacer que las distingue de las demás, que las hace singulares. Este carácter es el fruto de las decisiones y actuaciones realizadas, tanto hoy como en el pasado. Desde ahí se van construyendo tanto su reputación como la confianza que nos merecen. Hablamos así de ciudades dormitorio, abiertas, inteligentes, hospitalarias, tradicionales, etc. Ciudades donde querer vivir o, si pudiéramos, salir corriendo.

Esta ética no se inventa, está en el corazón de quienes habitan la ciudad. Un ejemplo. ¿Qué calificativo otorgarían a una ciudad que aparece en el mapa porque decenas de miles de jóvenes la visitan para divertirse, ocupando, previo pago, sus playas y lugares públicos, desplazando a sus vecinos, quienes deben soportar este agravio sin que nadie les haya preguntado su opinión, sin que sepan qué beneficios recibe a cambio su querida ciudad?

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 24/05/19). Disponible en:
https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/etica-ciudad_1223641.html?fbclid=IwAR3AVFExX8SIYJLIN0AdyzSYarrpwmSWVzWMW84oTH13YbyAC6FMfszwe9g

viernes, 17 de mayo de 2019

Europa y la ciudad


Desde los pasados 90 vivimos en un imparable proceso de globalización. Estamos en una época donde los problemas y las soluciones ya no se limitan a las fronteras del estado nación. En un país se contamina más o menos, pero las consecuencias del cambio climático nos afectan a todos. La miseria puede estar cerca o lejos, pero las migraciones nos involucran. También las guerras que ayudamos a mantener vendiendo armas. Para enfrentarnos al actual desorden mundial, del que siempre se benefician los que más tienen, necesitamos dos estructuras democráticas complementarias.
En primer lugar, democracias supranacionales. Europa, en nuestro caso. Hay que estar ciego para no ver la actual lucha entre Europa, Estados Unidos, China y Rusia. Entre ellos, solo Europa sigue defendiendo los derechos políticos, sociales y económicos, aunque lo haga bien o mal. Debemos ir a votar, no solo para defender nuestros intereses, que también, sino para preservar unos derechos, a la igualdad y al trabajo digno, por ejemplo, que en otras zonas no existen. En segundo lugar, democracias locales. Pensar globalmente y actuar localmente. Este es un lema que debe orientarnos al ir a votar. Una ciudad puede firmar un manifiesto contra el cambio climático, pero también puede rechazar la licencia de actividad económica a una empresa o establecer políticas de empleo o medioambientales. La ciudad es la mayor apuesta de futuro, siempre y cuando sepamos hacia dónde queremos ir. Los representantes políticos tienen que gestionar este camino, pero no decidir por nosotros.
Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 17/05/19). Disponible en:
https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/europa-ciudad_1222221.html?fbclid=IwAR3HUaEdWCqAAmuxzbpqXdIT3H_Hg1Z7fI10E7ZuWbR-HBUG6hxexqsMetA

viernes, 3 de mayo de 2019

Políticos


Bueno, ya hemos pasado unas elecciones. Pienso que ha predominado el sentido común: los ciudadanos han ido a votar, como es su obligación, y han castigado de forma clara y rotunda a políticos y partidos que se han pasado toda la campaña gritando, insultando al adversario, mintiendo, amedrantando a la gente, enfrentando a unos con otros. Han perdido quienes han hecho de todo menos argumentar y convencer. Es una buena lección, una señal de que la democracia tiene un sentido propio y no se deja manipular fácilmente. Pero los políticos son nuestros representantes, no nuestros suplentes. Son los encargados de tomar decisiones que nos afectan a todos, de definir e implementar las políticas públicas. Unas políticas que deben tratar a todos por igual y, si hay problemas, pensar primero en quienes menos tienen. Eso es lo que denominamos justicia. Les pedimos que para ejercer su representación sean justos, honestos y responsables. No todos son iguales, hay quienes intentan hacerlo bien, incluso quienes quieren dar ejemplo. Saben que solo así pueden ganar nuestro respeto y confianza.
En una democracia es donde mejor se aprecia que toda responsabilidad es y debe ser compartida. No son los políticos quienes van a trabajar en las oficinas y fábricas, enseñar en escuelas y universidades, curar y cuidar en hospitales y centros de salud. Deben facilitar que hagamos bien nuestro trabajo, pero no inmiscuirse, no intentar colonizarlo. No se confundan, los políticos tienen autoridad política pero no tienen autoridad moral, no son nadie para decidir lo que está bien o mal. Moralmente nadie puede decidir por nosotros. Por eso no podemos dejarlos solos.

Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (El Periódico Mediterráneo, 26/04/19). Disponible en: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/politicos_1219379.html?fbclid=IwAR19jKtrnvyg_eI0I9bKmZofRQ8UbB-jQmaqLza-aeRztXPkfWoo53J3p-U