sábado, 30 de septiembre de 2017

Autonomía e independencia



Demasiada gente confunde la ética con la política, lo que debería ser con lo que puede ser, lo deseable con lo realizable. La ética se basa en la dignidad que tenemos todas las personas por el hecho de serlo, al margen de lenguas, razas o religiones. Y esta dignidad es fruto de nuestra autonomía moral, de la capacidad que tenemos de llevar adelante nuestros planes de vida, de vivir la vida que deseamos sin que nadie nos obligue a vivir la suya. Pero no podemos hacerlo aislados, nos necesitamos unos a otros. La política debe lograr que podamos desarrollar nuestra autonomía viviendo juntos, organizar nuestra vida en común para conformar una voluntad unida como colectivo, llámese pueblo o nación.

Si para conseguir la sociedad que algunos creen que es la mejor tenemos que obligar al resto a vivir aquella vida que no quieren, estamos ante una injusticia. Tardamos miles de años en aprender que el diálogo y el acuerdo entre todos son la base de la convivencia. Le llamamos democracia. Su principio es bien fácil de explicar: deben ser los mismos los que hacen las leyes y los que sufren las consecuencias de su aplicación. Las mayorías no nos dicen lo que es justo, solo la distancia que nos acerca o separa de esta idea.

Por eso las constituciones pueden cambiarse y, en nuestro caso, debería hacerse puesto que no podemos estar siempre en este estado intermedio llamado transición. Pero no pueden tocarse las garantías de nuestra autonomía. No tiene sentido que la independencia política de un pueblo vaya en contra de la autonomía de quienes lo componen.


Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (29/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/autonomia-independencia_1096644.html

viernes, 22 de septiembre de 2017

Sociedad civil responsable



Hemos defendido en esta columna que la única democracia que tiene futuro es aquella donde el gobierno y los partidos políticos mantienen y fomentan la independencia de la sociedad civil para que asuma su parte de responsabilidad en la solución de los problemas. Dicho más claro, no hay una verdadera democracia sin una sociedad civil responsable. Una sociedad civil fuerte y consciente de su poder es el mejor antídoto contra esta enfermedad democrática llamada partidocracia. Los partidos políticos son el principal canal de participación según la Constitución y, al mismo tiempo, el segundo problema más importante según la mayoría de ciudadanos. Semejante contradicción explica el triste espectáculo al que asistimos en Cataluña.

Los partidos políticos son necesarios, pero debemos circunscribir bien su poder, su ámbito de actuación. No pueden controlar las televisiones, las asociaciones de vecinos, las cámaras de comercio, las universidades y hospitales, etc. El precio a pagar por este colonialismo es la asfixia de la sociedad civil y la extensión de la mediocridad que caracteriza a muchos de nuestros políticos a toda la sociedad. Cada vez que cambiamos de gobierno se aplica la dedocracia a miles de puestos de responsabilidad.

Es la hora del protagonismo de la sociedad civil, de asumir el poder que tiene y su responsabilidad. Si, por ejemplo, las empresas y universidades no participan, no habrá cambio ni mejora posible. De ahí que los partidos estén infiltrados en el Ibex 35 e intenten, desesperadamente, hacerse con el control de las universidades.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (22/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/sociedad-civil-responsable_1094895.html

domingo, 17 de septiembre de 2017

Estado y nación

Antes del siglo XVIII, las naciones eran comunidades de procedencia, integradas geográficamente y que compartían un idioma y tradiciones y costumbres comunes. Pero no por ello pretendían poder político alguno. Es el nacionalismo el que da el salto del linaje o la lengua a la política. Y ahí está el problema, porque ya no hablamos de derechos y deberes, sino de herencias, leyendas y banderas. Su fuerza radica en su habilidad para construir un sentimiento de identidad entre las personas al margen o por encima de otras lealtades colectivas tradicionales. De ahí la importancia hoy de las mal llamadas televisiones públicas. Pero el estado democrático, aunque también requiere lealtad y sentido de pertenencia, no tiene su origen en la lengua o en los genes, sino que es fruto de la voluntad común, del acuerdo por el que todos dejamos parte de nuestro poder en manos de un mismo orden legal. El estado aparece como el garante de la ley y por eso es político por naturaleza: necesita poder para tomar decisiones que vinculen a todos, para lograr una sociedad justa

Ambas realidades son necesarias y complementarias, pero no acaban de entenderse. En mi opinión, un estado federal es la mejor solución para un estado plural con diferentes nacionalidades. Pero la palabra estado implica, si es democrático, igualdad de derechos y deberes, de recursos y responsabilidades. No puede haber un federalismo asimétrico igual que no puede haber una justicia que no sea igual para todos. No sería ya justicia. Asimetría es lo que ya tenemos. ¡Qué nos pregunten a los valencianos!

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (15/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/estado-nacion_1093312.html

domingo, 10 de septiembre de 2017

Contra la corrupción

Leíamos esta semana en un periódico que la batalla contra la corrupción no puede ser ganada del todo, entre otras cosas porque está en la propia naturaleza humana. Lo que hace falta, nos decía, es más poder externo, más coacción para obligarnos a ir por el buen camino: el autocontrol bienintencionado no existe. Pero esto no es verdad.

Nadie discute que siempre harán falta más medios contra la corrupción. Pero las leyes poco pueden hacer si no encuentran una cultura previa para la cual la corrupción es degradante y vergonzosa, una mala práctica que acaba con cualquier reputación. No sé si la buena voluntad será eficaz, sí sé que de poco han servido las leyes cuando la corrupción se ha visto y sentido como normal durante demasiados años. Ante frases como «todos son iguales», la posición no puede ser otra que «tonto el último». No existe ninguna naturaleza humana fija e inmutable, ningún gen de la corrupción. No nacemos buenos o malos, honrados o sinvergüenzas. Somos lo que la educación ha hecho de nosotros, nos decía Kant con razón. Por eso, el primer y más importante freno contra la corrupción es la educación. Todos lo saben, pero fíjense la barbaridad: no existe formación ética ni en primaria, ni en secundaria y solo un poco en la universidad, la maría de siempre. Hasta hace bien poco, en las escuelas de negocios, las prácticas corruptas se enseñaban como una forma más de competitividad. Si es la cultura la que construye nuestra naturaleza, la educación moral debe ser el primer objetivo y la familia el primer espacio para ponerla en práctica.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (08/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/corrupcion_1091877.html

sábado, 2 de septiembre de 2017

La corrupción no existe


Antes de las vacaciones dedicamos un par de columnas a pensar sobre las causas y consecuencias de la corrupción. Les invitaba a debatir qué puede hacer la ética para romper el círculo vicioso entre la desmoralización ciudadana y la corrupción. Pero no se preocupen, nuestro ínclito presidente del Gobierno tiene ya una fácil respuesta: ¡ignorarla! Gürtel, Púnica, Taula, Brugal, Palma Arena, etc., no han existido. Tampoco los cientos de casos de corrupción que han dejado a nuestra comunidad sin dinero y con la reputación por los suelos. Eso es historia pasada, algo que nada tiene que ver ni con su partido ni con él. Si alguien se atreve a denunciar esta situación es acusado de inquisidor.

Nuestro presidente ni dimite ni admite responsabilidad política alguna. Él a lo suyo: lo importante, repite, son los logros económicos que se están consiguiendo. Supongo que se referirá a los sueldos miserables que reciben millones de trabajadores en España, el sector turístico a la cabeza, al deterioro sanitario o a la falta de expectativas que lastra la ilusión y el futuro de nuestros jóvenes.

Pero este pleno ha dado más de sí. El siguiente número en este circo ya es el no va más: hay quienes pretenden justificar una república independiente porque están hartos de tanta corrupción, como si la deshonestidad y la desvergüenza fueran cosa de los demás, como si no hubieran hincado el diente en sus instituciones. La corrupción nada tiene que ver con fronteras o cambio de banderas. Parece que la mayoría de nuestros políticos nos toma por imbéciles. Esta sí es la razón principal de tanta corrupción.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (01/09/2017)
El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/corrupcion-no-existe_1090446.html