sábado, 28 de febrero de 2015

¡A ver quién es más populista!

Hoy les propongo un juego divertido. Se trata de analizar cuál de los partidos políticos, clásicos y recientes, es más populista. Les expongo algunos de los rasgos que definen todo populismo y ustedes mismos puntúan en una escala de uno a diez si los partidos los poseen y en qué medida. Al final, con el resultado, podrán establecer una valoración y discutirla con los amigos.
1. Hablan en nombre de España, de la patria, del pueblo, de la gente, etc., se atribuyen su representación.
2. Utilizan un lenguaje basado en emociones, básicamente en el miedo a lo que puede pasar si no les votamos a ellos.
3. No les importa nada la realidad, ni les preocupan aquellos que sí están sufriendo o van a sufrir las consecuencias de sus planes y políticas.
4. No son de izquierdas ni de derechas, son de centro. Es decir, solo tienen la ideología que imponen los sondeos.
5. Se les llena la boca de palabras grandilocuentes y vacías de significado, nunca quieren hablar de políticas concretas: de quién, cuándo y cómo.
6. Tienen códigos de ética y transparencia, pero ni caso. Solamente dimiten, y ni así, ante el juez.
No piensen que es simplemente un juego. Todos los partidos se acusan unos a otros de populistas y todos lo son cada vez más y en mayor medida.

El populismo señala el final de la democracia, puesto que esta se apoya en las razones que tenemos para confiar en nuestros representantes, no en las emociones que consiguen provocarnos. Pero, ¿seguro que estamos en una democracia?

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (28/02/2015)

El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 

domingo, 22 de febrero de 2015

¿Quién puede hablar de ética?

La ética forma parte de nuestra vida cotidiana, es un saber que poseemos y que nos dice cómo debemos actuar, qué podemos esperar unos de otros, de familiares, trabajadores, empresarios, políticos, etc. Nos indica lo que es justo o injusto en toda relación social, en toda institución. Nadie tiene, tampoco los que nos dedicamos a estudiarla, un uso exclusivo de la palabra “ética”. La política es ya la aplicación de este saber a la gestión pública, al gobierno de una comunidad.
De ahí que los políticos deberían evitar el uso de la palabra ética en sus discursos y limitarse a presentar una oferta clara de lo que van a hacer, junto al compromiso firme de cumplirlo y de irse si no lo hacen.
Cuando el partido político líder en corrupción nos previene de la crisis moral en el ejercicio de la política o nos habla de la regeneración ética, nos invade la indignación al comprobar que ni la vergüenza se salva del circo electoralista.
Los ciudadanos no somos tontos y descubrimos fácilmente el cinismo y el desprecio con que se nos trata al escuchar estas palabras. Sabemos muy bien que hablar de ética mientras se permite expulsar de sus casas a los más desfavorecidos es una inmoralidad.
Los políticos han de dedicarse a gestionar bien lo público, a hacer bien la actividad llamada política, loable y totalmente necesaria. Han de dejar la palabra ética a los ciudadanos, quienes pueden juzgar si lo han hecho bien o mal. Sencillamente porque son quienes van a sufrir las consecuencias de sus decisiones. No confundamos la ética con la política. No hagamos populismo.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (21/02/2015)

El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 



domingo, 15 de febrero de 2015

Ningún político sin su televisión pública


Esta será una reivindicación segura para las próximas elecciones autonómicas de mayo, a pesar de que en la actualidad es una auténtica vergüenza lo que ocurre con las televisiones públicas, que están dominadas por los gobiernos de turno, sin rubor alguno para mentir y manipular la información en su propio interés, por más denuncias que los profesionales realicen en este sentido. Se contrata otra redacción y ya está.
El poder de la televisión es tal que, al final, incluso la persona que está en el paro y apenas tiene para comer, o quien lleva meses esperando a tener acceso a un medicamento, o tiene que abandonar la universidad por no poder pagar, acaba por creerse que estamos saliendo de la crisis económica o que lo decisivo es la independencia.
Basta con repetir miles de veces el mismo mensaje para convertirlo en un masaje que moldea nuestra forma de ver y entender la realidad.
Sin embargo, sí que necesitamos una televisión pública por su papel educativo, por la defensa y el desarrollo de nuestra lengua y cultura, para generar una opinión pública seria y respetuosa, para fomentar valores cívicos, etc. Pero esto solamente es posible si los políticos no meten las manos en su gestión y si la sociedad civil se implica en su control.
La confianza en una televisión pública de calidad, plural y democrática, es inversamente proporcional a la presencia en su seno de los directivos elegidos por los partidos.
Canal 9 llevó al paroxismo la desinformación y la chabacanería. Las consecuencias sociales y económicas han sido bien claras. No podemos repetir ese error.
Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (14/02/2015)

El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 

domingo, 8 de febrero de 2015

Partidocracia: la colonización política

La democracia es mucho más que los partidos políticos. Imagínense la democracia como una balanza. En una parte tenemos a los políticos y a sus partidos, elecciones, parlamentos, directores generales, etc. Es decir, la política. En la otra, a los ciudadanos con sus asociaciones y organizaciones: hospitales, empresas, universidades, organizaciones cívicas y solidarias, movimientos sociales, iglesias, sociedades, etc. Lo que llamamos sociedad civil. Pues bien, la democracia funciona cuando la balanza está equilibrada. Todo lo contrario a la situación actual.

Los políticos han ido ocupando todos los espacios que hemos ido dejando en nuestra retirada al ámbito privado. Se reparten el poder judicial, controlan los medios de comunicación, se sientan en los consejos de las principales empresas, eligen a los directores de nuestras escuelas, hospitales y, pronto, de nuestras universidades. Unos partidos que internamente no funcionan democráticamente, que no responden de sus incumplimientos ni de sus actuaciones. Aún estamos pagando su intromisión en las Cajas de Ahorro.

Si queremos salir de la crisis debemos aprender una lección básica: la democracia va más allá de la acción de los políticos. Es la sociedad civil quien tiene la responsabilidad de cambiar la situación, incluso a los propios partidos políticos. Ellos no lo harán ni ahora ni nunca por sí mismos. Nuestra crisis no es tanto una crisis de valores, como una crisis de valor, en el sentido original de valentía, de fuerza. Es el resultado de una sociedad civil desorganizada y desmoralizada. Pensemos, por ejemplo, en la desaparición de Canal 9.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (07/02/2015)

El texto se puede consultar en la versión digital del Periódico Mediterráneo: 

domingo, 1 de febrero de 2015

¿Ética o crisis?: ¡decídete!


Nos sorprende ver en las autopistas pintadas del tipo “Habrán crisis hasta que haya ética. ¿Tú que vas a hacer?”. Impactan porque sabemos lo que nos quieren decir y porque estamos de acuerdo en que esta demanda de ética es hoy lo más revolucionario, lo más eficaz contra la crisis. En un doble sentido. En primer lugar, nos dicen una gran verdad que los gobiernos se empeñan en ocultar: que las crisis no son catástrofes naturales imposibles de evitar, como los terremotos. La economía nunca ha funcionado por sí sola, depende de la intervención y la voluntad de los que tienen poder e imponen las reglas de juego. Cuando oímos al gobierno alegrarse de haber hecho los deberes, como si no hubiera otro remedio, sabemos que los ricos ganarán más y los sacrificios serán para el resto. No sean ingenuos, esta situación no es necesaria. Se puede y se debe cambiar.

En segundo lugar, “¡decídete!” se refiere a que la fuerza del cambio no vendrá de los partidos políticos sino de cada uno de nosotros. Nos dice que es nuestra responsabilidad como ciudadanos votar a quién se comprometa a cambiar la situación, pero también, y sobre todo, participar aportando nuestras capacidades en nuestros pequeños espacios de poder: en las relaciones familiares, en las empresas, en el trabajo, en el consumo, en las asociaciones, etc. La causa de la crisis no está solo en los políticos, sino más bien en que hemos dejado todo el poder en sus manos. Pensemos en esto.

Domingo García-Marzá. El Periódico Mediterráneo. (30/01/2015)

El texto se puede consultar también en la edición impresa de El Periódico Mediterráneo (30/01/2015), o en su versión digital en la siguiente dirección:
http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/etica-crisis-decidete_916659.html