Estamos en un año de elecciones. Hemos
comentado en muchas ocasiones la ingenuidad de quienes creen que los
políticos, actuando a su aire, por no decir a su antojo, nos
solucionarán nuestros problemas. Estuve debatiendo con unos amigos que
no encontraban razones para ir a votar. No en mi nombre, me decían, no
nos representan.
Mi primera argumentación fue de corte
estratégico. Simplemente les recordé lo que hoy ya es oficial: quienes
salen ganando de no ir a votar son las derechas, hoy la ultraderecha.
Andalucía es un claro ejemplo con la triple alianza. Lean el pacto
firmado anteayer: todo son generalidades, palabras vacías. La única
concreción es que debemos apoyar la tauromaquia, la semana santa y la
caza. Perdón, también se exige la libertad para elegir los centros
educativos, no sea que los ricos se junten con los pobres o se hable de
la violencia machista. Pena es lo que produce el documento.
Pero
la razón más importante para elegir representantes no se refiere a las
consecuencias de la abstención, sino a sus causas: la desafección y la
desigualdad. No hay que identificar la democracia con un sistema
representativo que hace aguas por todas partes. Ir a votar es el primer
paso en una democracia que se precie, no el último. Si no damos este
primer paso, dejamos la capacidad de cambiar las cosas en manos de
minorías que, de forma disciplinada, votan por sus intereses. Pero si
después de votar no hacemos nada, retrocedemos. La desigualdad y la
falta de participación están estrechamente unidas. La libertad y la
igualdad no se ganan solo con los votos.
Domingo García-Marzá. Catedrático de Ética (UJI, 11/01/18). El texto se puede consultar en la dirección: www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/no-representan_1195674.html?fbclid=IwAR0YLK3yVtBhT72bftLPJxsFku1sJvb2vn9kE389ilB0QVZM2dZY372YbjQ
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