Bien
sabemos que no se puede gobernar, ni siquiera hacer oposición, de una forma
eficiente y efectiva, sin la confianza de nuestros conciudadanos. Al igual que
sabemos que para generar esta confianza necesitamos de su consideración y
reconocimiento.
Lo
que a veces se olvida, a pesar de ser tan evidente, es que el respeto de los
demás no depende de la suerte o del azar, sino que se logra por nuestras
decisiones y acciones, dando ejemplo con nuestro comportamiento en el día a
día, actuando de forma integra y responsable. Por decirlo claro: la ética se
gestiona.
Y
el municipio, donde es posible conocernos y reunirnos, es un contexto idóneo
para esta gestión. Bonitas palabras, podemos pensar, pero la realidad es
difícil y complicada.
Precisamente
por esta razón la tarea de la ética es enseñarnos a tomar decisiones prudentes
y justas en cada situación.
El
saber moral --que siempre es un saber compartido-- nos dice qué debemos hacer,
cómo debemos comportarnos.
Nos
proporciona los valores para orientarnos, las normas a seguir y las buenas
prácticas para actuar bien. Un saber al que el político debe recurrir para
solucionar los problemas colectivos de una forma consensuada y cordial, sin
manipular, ni engañar.
Para
empezar, aquello que pide la ética del político es su compromiso público con
estos valores y normas.
Veamos
cómo podemos convertir este saber moral en mecanismos para la gestión de la
ética municipal y la generación de confianza. El primer paso es hablar de un
Código Ético y de Conducta.
Domingo García-Marzá. El Periódico
Mediterráneo. (07/06/2015)
El texto se puede consultar en la versión digital del
Periódico Mediterráneo: http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/etica-politica-gobernanza-municipal_937015.html
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